Entretejiendo memorias y subjetividades con Alelí y Cayena, a través de sus cantos

Por: Andrea Ardila*, Sofia Mesa** y Andrea Tilagüy***

El presente texto se enmarca en el contexto de una investigación que realizamos ocho años atrás (Ardila, Mesa & Tilagüy, 2013) y que, hasta el día de hoy, nos sigue trayendo reflexiones, preguntas y aprendizajes de los cuales pretendemos seguir siendo parte, tejiendo memoria junto con las mujeres que dan vida a estas historias: Alelí y Cayena. Sin embargo; antes de adentrarnos en sus aportes, es menester describir quiénes somos nosotras y cómo llegamos a encontrar sentido a nuestro lugar en este tejido.

Conocernos

Tres mujeres jóvenes que en aquel entonces finalizaban su formación en Psicología, en una universidad privada, cuyas curiosidades se alimentaban desde lugares académicos y artísticos. Por un lado, con el despertar de preguntas, incomodidades y búsquedas sobre las experiencias de violencia sociopolítica en Colombia y los impactos psicosociales diferenciados en las poblaciones de mujeres afrocolombianas, indígenas y campesinas, entre otras. Y por el otro, con intereses relacionados con la creatividad, la sanación desde el arte, la música y los cuerpos como lugares desde los que se viven las experiencias emocionales y a su vez, como recursos potentes de expresión. Nuestras sensibilidades frente a la vida, en confluencia con el espacio de formación universitaria, habían despertado en nosotras un compromiso de aporte al cambio social y nos invitaban a realizar exploraciones frente al rol de la Psicología en la transformación de realidades históricas, políticas e intersubjetivas.

Nosotras, mujeres blanco-mestizas que recurrentemente éramos espectadoras cubiertas de asombro, que contemplaban en pantallas la abrumadora  realidad del desplazamiento forzado y de la violencia recrudecida por varios actores armados en Colombia. Nosotras, a las que nos atravesaba el dolor, el desconcierto, el deseo de escape y la impotencia, ocupábamos ese rol de quien habita la ciudad y se entera a medias de la profunda diferencia con quien habita el campo. Ciertamente, nos atravesaba el terror y la indignación, al mismo tiempo que la posibilidad de reanudar la vida cotidiana, sin el impacto profundo de encarnar a diario la condición de víctima del conflicto armado. Con estas contradicciones y realidades diferenciales también fuimos espectadoras de la puesta en escena que Alelí y Cayena trajeron a la Universidad. Ellas, dos mujeres cantaoras, afrodescendientes, líderes, víctimas del conflicto armado, provenientes del sur del país a causa del desplazamiento forzado y voceras de sus comunidades, a través de sus cantos daban a conocer Tumaco. Su historia, los dolores y las violencias que ellas han atravesado en lo individual, y en lo colectivo, Transmitiendo en la academia, una realidad cruda, recia, de esas que suelen ser distintas de lo que nos acontecía. Este encuentro tan significativo para nosotras nos conectó con ellas, admirando su alcance y reconociendo  su trayectoria, ¡qué ganas teníamos de sentir esa conexión con ellas!

Encontrar-nos

Una vez decidimos acercarnos a Alelí y Cayena, interesadas en conocerlas y profundizar más en cada una de las preguntas e intereses que habían surgido, fue explícito su pedido respecto a NO ser objetos de investigación, como ya les había sucedido anteriormente. Esto fue para nosotras un despertar frente a la dimensión ética que atraviesan los encuentros desde la academia, motivándonos y movilizándonos por explorar desde una mirada más cercana, reconociendo antes que nada su humanidad y la nuestra como sujetos sociales y activos que en la interacción horizontal pueden entretejer memorias sobre los cantos, el desplazamiento forzado y el ser mujer lideresa; más allá de lo que se logra desde la verticalidad pasiva o desde una posición de poder del  privilegio que puede llegar a dar la academia. Este pedido  nos  conectó con nuestras sensibilidades y formas de ver y relacionarnos, para ubicarnos en una perspectiva diferente, replanteando el lugar desde el que haríamos el proceso de investigación. Así, buscamos diferentes oportunidades de reunión que nos permitieran comprender con  detalle y transparencia su historia y su actualidad, más allá de un acto performativo, particular y lejano, por encima de una entrevista estructurada. Cada uno de los espacios y momentos de encuentro fueron propuestos

por Alelí y Cayena, con la intención siempre de  acercáramos  a sus realidades cotidianas y a los distintos roles que han asumido en lo privado y lo público. Aprendimos cómo los cantos trascienden la expresión artística como entretenimiento, reconociéndolos como transversales a lo que constituye la comunidad afrodescendiente del Pacífico colombiano en  sus rituales, prácticas culturales y hasta labores cotidianas. Los cantos son apropiados por estas mujeres como discurso y práctica socio-política y educativa hacia las niñas, niños y jóvenes de su comunidad en Bogotá, con el fin de tejer memorias, en resistencia por el  desarraigo y como herramienta de transformación subjetiva, colectiva y política. Reconocerlas en su hogar, presenciando sus distintos roles de vida: madres, abuelas, hermanas, profesoras, lideresas sociales y comunitarias, sensibilizó la manera como  asumimos su realidad tan ajena y a la vez, tan cercana a la nuestra y a la de muchas mujeres en el país.

Pedirles que nos enseñaran a cantar junto a ellas, fue la oportunidad de sentir en nosotras la experiencia emocional y corporal de la realidad y la sensibilidad que atraviesan los cantos. Verlas enseñando y cantando con los niños de su comunidad afro y no afro, permitió que comprendiéramos la importancia de la memoria viva que, como lo señala Aranguren (2009), va “Más allá de la letra, sus memorias están encarnadas, hechas cuerpo y movimiento, hechas voz y cadencia.” (p. 607). Y al hacer parte de uno de sus eventos culturales, en el parque de su actual hogar, pudimos ver la materialización de sus luchas y trascendió la comprensión que teníamos de su rol y su manera de ser y hacer historia.

Pedirles que nos enseñaran a cantar junto a ellas, fue la oportunidad de sentir en nosotras la experiencia emocional y corporal de la realidad y la sensibilidad que atraviesan los cantos. Verlas enseñando y cantando con los niños de su comunidad, afro y no afro, permitió que comprendiéramos la importancia de la memoria viva que, como lo señala Aranguren (2009), va “Más allá de la letra, sus memorias están encarnadas, hechas cuerpo y movimiento, hechas voz y cadencia.” (p. 607). Y al hacer parte de uno de sus eventos culturales, en el parque de su actual hogar, pudimos ver la materialización de sus luchas y trascendió la comprensión que teníamos de su rol y su manera de ser y hacer historia.

Ahora bien, en este punto resulta indispensable señalar, que al vernos en una posición diferente como investigadoras, las herramientas como entrevistas, observaciones participantes u otras, fueron insuficientes para abarcar todo lo que vivíamos en el proceso y queríamos llevar a la academia.

Hacernos partícipes de los contextos en los que ellas se movilizaban, no solo como observadoras, nos retó a evaluar otras formas de investigar y conectar la academia con sus saberes ancestrales que cada vez cobraban mayor relevancia y significado. Encontramos entonces, en los Encuentros de Voces, una fuente de inspiración que daba sentido a nuestras

búsquedas por nuevas maneras de acercarnos a ellas. Como lo proponen Amaya y Nensthiel (2009), es desde un plano horizontal que el poder de cada una de nosotras: el de ellas como mujeres, negras, cantaoras y el de nosotras, blanco-mestizas, estudiantes universitarias; residía en los saberes propios.

Tejernos

Estar sentadas en su casa, aprendiendo sus cantos, presenciar su labor educativa y social, promover sus eventos con nuestros conocidos y llevar sus voces a lo académico; se configuró como nuestra contribución a la construcción del tejido de una memoria colectiva entre mujeres, a través del canto como práctica de resistencia socio-política a la violencia en Colombia. Para Alelí y Cayena, los cantos del pacífico colombiano son un saber local, una práctica arraigada culturalmente y una manera de interpretar el mundo, con la que ellas construyen una estrategia de transformación personal-colectiva, política, subjetiva y social. Para nosotras, el proceso participativo de acercarnos a su contexto vislumbró los profundos lazos de arraigo, reconocimiento colectivo y reivindicación que ellas exponen en  sus cantos. Establecer conversaciones sobre sus experiencias de liderazgo, aprender a cantar junto a su guía, reconocer a sus familias y su comunidad nos permitió entender que la práctica de cantar les otorgaba una posición, una postura y una subjetividad que puede interpelar las lógicas de discriminación que les toca vivir. Además,  nos dimos cuenta que  esta interpelación nos incluía personalmente, pues también se dirigía a cuestionar nuestro quehacer profesional, posturas políticas y lo que hasta ese momento comprendíamos sobre ser mujer, empobrecida, negra y desplazada. Así, nos reconocimos en sus experiencias y nos desmarcamos de la mirada lejana para entretejer nuestras historias con las suyas. Desde este tránsito podemos reconocer la construcción de memoria como un intercambio en el que damos cuenta de las profundas diferencias en nuestras subjetividades, en las que se revelan las estructuras políticas, económicas, culturales y sociales que las sostienen pero que no son  fijas y estables, pues en el encuentro existe un terreno fértil para sembrar en colectivo y encontrar nuevos sentidos forjados en conjunto.

Referencias Bibliográficas

Ardila, A., Mesa,S., & Tilagüy, A. (2013) Cantos ancestrales como práctica de transformación subjetiva de dos mujeres afrocolombianas en situación de desplazamiento. Recuperado de: http://hdl.handle.net/10554/12545.

Aranguren, J. (2009) Subjetividades al límite: los bordes de una Psicología social crítica. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Argentina, Conicet.

Amaya, A & Nensthiel, C. (2009) La naturaleza polifónica de la opinión y la emergencia del nos-otros que construye lo público. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.

Trenzar Memorias, No. 2, Noviembre, 2021

Andrea Ardila*, Sofia Mesa** y Andrea Tilagüy***
Andrea Ardila*, Sofia Mesa** y Andrea Tilagüy***

*Psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, Magister en Dance Movement Psychotherapy (DMP) de la Universidad de Roehampton, Londres, UK. Mis experiencias más significativas han sido en el ámbito comunitario (en el trabajo con mujeres, jóvenes y niños y niñas), clínico y educativo. Mis investigaciones se han conducido desde una perspectiva feminista, la cual ha sido guía fundamental para mi práctica profesional. Actualmente, me desempeño en el acompañamiento individual y grupal, sobre todo a mujeres víctimas de violencia basada en género y jóvenes. Mi experiencia como artista, formada en Teatro y Danza, junto con la DMP, han complementado mi enfoque profesional, brindando un acompañamiento psicosocial integral, de movimiento e incentivando la creatividad.

** Psicóloga egresada de la Pontificia Universidad Javeriana, con 8 años de experiencia profesional. Apasionada por el trabajo con y para adolescentes, desarrollando actividades que posibiliten una transición "salir del colegio" responsable, informada y con sentido; y por el acompañamiento a mujeres a través de experiencias de autoconocimiento y crecimiento personal. Diplomada en estrategias didácticas de comprensión lectora y pedagogía conceptual. Con conocimientos en las áreas de psicología clínica, de la salud, organizacional y educativa. Honesta, puntual, responsable y comprometida.

*** Soy psicóloga egresada de la Pontificia Universidad Javeriana y Magister en Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia. Tengo experiencia en intervención psicosocial grupal e individual a poblaciones en condición de vulnerabilidad y atención a violencias basadas en género.