Memorial para las víctimas de feminicidio: la colectividad y los espacios sagrados en Chicas Muertas de Selva Almada y El invencible verano de Liliana de Cristina Rivera Garza

Por María de Guadalupe Huesca González

No es una casualidad que el pasado junio de 2021, Selva Almada (Argentina), autora de Chicas muertas (2014), realizara una reveladora entrevista a Cristina Rivera Garza (México) sobre su último libro: El invencible verano de Liliana (2021). Ambas, desde diferentes latitudes de un mismo continente, entendieron como Mariana Alvarado que “las mujeres no han podido nombrar sus experiencias como tales desde un lenguaje colonizador y patriarcal, sino que para nombrar lo propio más bien han debido ‘decir de otro modo.’”1 Y ambas, desde diferentes sentipensares y vincularidades revisitan el feminicidio2 del pasado con abordajes del presente. No podría ser de otro modo porque en el pasado no existía el feminicidio, sino incidentes que eran nombrados de otras formas y donde las víctimas eran doblemente tales: víctimas de asesinato y responsables de lo que les sucedió.

EFE – Memorial para víctimas de feminicidio en México, 2021

Son múltiples las aristas desde las cuales podemos abordar la gesta de Almada para relatar los femicidios de Andrea Danne, María Luisa Quevedo y Sara Mundín ocurridos en Argentina en la década de 1980, así como la valentía de Cristina para relatar el de Liliana, su hermana, acaecido en la Ciudad de México el 16 de julio de 1990. Queremos hablar aquí de dos que nos aportan luz para comprender la forma en que las autoras narran las dinámicas de violencia ejercida contra las mujeres en América Latina desde lo que Juliana Enrico entiende como la reinscripción y resignificación de las ciciatrices.3 Así, como apuntó Leonard Cohen en su célebre himno: “there is a crack, a crack in everything/that’s how the light gets in”. En los desesperanzadores caminos de la violencia, encontrar esas grietas determina nuestra supervivencia y la reconstrucción de las mujeres como grupo.

La primera de tales aristas es el papel aparentemente secundario -pero fundamental- de la colectividad. Esta colectividad aparece en Chicas muertas y en El invencible verano de Liliana bajo la forma de escenario o telón de fondo, pero también como un potente disparador.

Los colectivos en Chicas muertas se hacen presentes a través de la Asociación Verdad Real, Justicia Para Todos, surgida a partir del asesinato de Mariela la Condorito López en Villa María en 2002. Pasó más de una década para que surgiera el Niunamenos argentino, un año más tarde de la publicación de Chicas muertas. Pero la colectividad va aún más allá: está en los rostros, nombres e historias de las muertas. Almada nos lo anticipa desde sus primeras páginas cuando nos relata que Andrea -asesinada a los 19 años en 1986- siempre estuvo cerca; más aún, “volvía cada tanto con la noticia de otra mujer muerta”,4 mujeres cuyos nombres se fueron sumando “en cuentagotas” a través de los diarios.

EFE – Memorial para las víctimas de feminicidio en México, 2021

Cristina Rivera Garza también coloca estos rostros como telón de fondo cuando acude a buscar el expediente del caso de su hermana y aparece ante sus ojos “el memorial en honor a Lesvy Berlín Osorio, la estudiante de la UNAM que fue asesinada por su pareja”5 y se da cuenta que puede colocarlas en la misma frase y combinar el sonido de sus eles: “Lesvy y Liliana”.6 Rivera Garza nos habla de las muertas:

La muerte de miles y miles de mujeres. Sus cadáveres aquí, rondando. Atrás del hombro. En los pliegues de las manos, que se aprietan. En la comisura de los labios. Atrás de las rodillas, cuando se flexionan. Pasan aquí, al lado, a mi lado; no dejan de pasar. Sus imágenes en los papeles que cubren los postes de la luz, en las páginas de los diarios, en los reflejos de todos los aparadores y las ventanillas: los rostros que tenían antes del crimen, antes de la venganza o el soborno, antes del amor.7

La búsqueda de justicia de Cristina para su hermana Liliana viene ya acompañada de las luchas de los colectivos que pusieron en uso un lenguaje que nombraba las violencias machistas y que colocó el delito de feminicidio en el ámbito penal para México en 2012. Las estrofas de “Un violador en tu camino” del colectivo Las Tesis musicalizan la narración. Cuando la autora pide el expediente de su hermana asesinada un burócrata le pregunta “¿sólo eso?” y ella responde:

No. Busco algo más. El violador eres tú. […] Busco que se localice al culpable y que el culpable pague por su crimen. Volví a guardar silencio otra vez. Tragué saliva. Busco justicia, dije finalmente. Y lo repetí otra vez, convirtiéndome en eco de tantas otras voces. Lo repetí una vez más, ahora con mayor firmeza, con absoluta claridad. El Estado opresor es un macho violador. Busco justicia. Y la culpa no era de ella / ni dónde estaba / ni cómo vestía. Busco justicia para mi hermana. El violador eres tú.8

La segunda arista cuya luz se cuela por las grietas de la violencia machista está dada por el espacio ritual y sagrado donde es posible reencontrarse con las víctimas. Cristina, su padre y su madre se reencuentran con Liliana en la cena de Año Nuevo a través de su fotografía colocada en el centro de la mesa junto a un arreglo de flores blancas. Ahí, “viéndola de reojo durante la cena, [le] pareció que [los] conminaba de otro modo”9 y recién entonces, comienzan a hablar de Liliana “en oraciones completas”.10

AP – Foto de Natacha Pisarenko – Mujeres representando a las víctimas en Argentina, 2017

La madre de Sarita, cuyo cuerpo nunca apareció, le dice a Selva Almada que le hubiera gustado volver a tocarla, escuchar su voz que ya no recuerda y guarda para sí “una razón casi esotérica para decir que Sarita vive: […] yo digo que si nunca la soñé es porque sigue viva. Si estuviera muerta, hubiese vuelto en sueños a despedirse.”11 Almada consulta una tarotista como parte de su trabajo para armar el rompecabezas de las chicas muertas. La mujer consultada tiene para ella una respuesta: “Tal vez esa sea tu misión: juntar los huesos de las chicas, armarlas, darles voz y después dejarlas correr libremente hacia donde sea que tengan que ir.”12 Y en el entramado de casualidades que unen a las autoras objeto del presente artículo, Rivera Garza le dice a Almada sobre el trabajo con el archivo de su hermana que es “como una especie de médium, leyendo con cuidado, leyendo muy amorosamente y trayendo así su luz”.13

Cristina Rivera Garza descubre en el camino de su propia sanación la resignificación del duelo:

Vivir en duelo es esto: nunca estar sola. Invisible pero patente de muchas formas, la presencia de los muertos nos acompaña en los minúsculos intersticios de los días. […] Éste es el trabajo del duelo: reconocer su presencia, decirle que sí a su presencia. Siempre hay otros ojos viendo lo que veo e imaginar ese otro ángulo, imaginar lo que unos sentidos que no son los míos podrían apreciar a través de mis sentidos es, bien mirado, una definición puntual del amor. El duelo es el fin de la soledad.14

Nombramos a estas mujeres asesinadas, víctimas de la violencia machista, porque nombrarlas es ya un acto de justicia y un camino hacia la luz. Andrea Danne. María Luisa Quevedo. Sara Mundín. Liliana Rivera Garza. Porque aquellas quienes lean estos nombres y vean estos rostros, acaso encontrarán en ellos la fuerza necesaria para pedir justicia y la paz suficiente para reencontrarse con sus propias muertas.

Referencias Bibliográficas

Almada, Selva. Chicas muertas. Buenos Aires: Literatura Random House, 2014.

Alvarado, Mariana, ed. Feminismos del Sur. Recorridos, itinerarios, junturas. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2020.

Rivera Garza, Cristina. El invencible verano de Liliana. Ciudad de México: Literatura Random House, 2021.

Entrevista a Cristina Rivera Garza. Por Selva Almada, “Cristina Rivera Garza por Selva Almada: Liliana a nuestro lado”: Lengua. Una revista para leer (2021), acceso: (13 de septiembre de 2021), https://www.penguinlibros.com/es/revista-lengua/entrevistas/Cristina-Rivera-Garza-Selva-Almada-Liliana-Rivera-Garza

Notas


1 Mariana Alvarado, Feminismos del Sur. Recorridos, itinerarios, junturas (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2020), 11.

2 A lo largo de este texto se presentan los términos “feminicidio” y “femicidio”. Si bien existen ciertas diferencias conceptuales entre ambos términos, en este caso ambos se refieren al mismo fenómeno, la diferencia es meramente cultural y obedece a que en México se utiliza el término feminicidio tal como se estableció en las leyes impulsadas por la teórica feminista Marcela Lagarde. En Argentina, el término más difundido es femicidio, la traducción literal del término introducido por Diana Russell y Jill Radford en la década de 1990.

3Juliana Enrico en Ibid., 85.

4 Selva Almada, Chicas muertas (Buenos Aires: Literatura Random House, 2014), 7.

5 Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana (Ciudad de México: Literatura Random House), 14.

6 Ibid, 15

7 Ibid.,12-13

8 Ibid.,25-26. Cursivas del original

9 Ibid.,96.

10 Ibid.

11 Almada, Chicas…, 85

12 Ibid., 31

13 Selva Almada, “Cristina Rivera Garza por Selva Almada: Liliana a nuestro lado”, Lengua. Una revista para leer (2021), acceso: (13 de septiembre de 2021), https://www.penguinlibros.com/es/revista-lengua/entrevistas/Cristina-Rivera-Garza-Selva-Almada-Liliana-Rivera-Garza

14 Rivera Garza, El invencible verano…, 98

Trenzar Memorias, No. 2, Noviembre, 2021

María de Guadalupe Huesca González
María de Guadalupe Huesca González
Es licenciada en Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y maestranda en Estudios Sociales Latinoamericanos por la Universidad de Buenos Aires.