Por: María Francisca Díaz González
Obra financiada por Fondart Regional, 2019.
Recibí un mensaje urgente por una red social, Facebook creo, donde se me invitaba a firmar una carta de compromiso para la postulación a Fondart de un proyecto de teatro documental sobre la masacre de Laja y San Rosendo. Nora, la directora de la obra, me pide urgente la firma y así, sin preguntar más, firmé. Masacre de Laja y San Rosendo…. habitó en mi pensamiento esa frase por un par de horas, luego, la olvidé. Olvido quebrado unos meses después por la llamada de Nora contándome que el proyecto había sido adjudicado, comenzábamos en ensayar en un par de meses. Vuelve a rondar por mi cabeza aquella oración y esta vez acompañada por otro título: Retablo de Yumbel.
Comencé el proceso de estudio, leí la obra Retablo de Yumbel de Isidora Aguirre,
En la representación
Que habla de San Sebastián
El que quiere ver, verá
Lo que en Yumbel sucedió
Cuando la tierra se abrió
Persiguieron la inocencia
Y esta tierra en su clemencia
Quiso sacar del olvido
a nuestros seres queridos
el cielo dictó sentencia §
¿Qué sucedió en Yumbel? Me pregunté. Yo quiero ver, decidió mi voluntad.
Terminé de leer la obra y supe. Diecinueve trabajadores de Laja y San Rosendo fueron brutalmente asesinados, enterrados, desenterrados, vueltos a enterrar y encontrados en Yumbel. “¿Por qué nadie me había contado tan horrible crimen?”§ A Nora tampoco se lo habían contado, o por lo menos, no a tiempo, no cuando correspondía. La frase recién citada me tocaba decirla dentro de la obra, no tuve que actuarla, era prácticamente una frase testimonial.
Me avergonzó conocer a Mari, Gloria, Emilio, Sofi, Mariela,§ y no poder relacionarlas de inmediato con el caso. Sentí mucha culpa por no haber sabido antes, mucha rabia porque nadie me explicó que estas cosas sucedían. Solamente tenía claro que en la dictadura se mató gente, nunca pude, hasta ahora, poner un rostro a un nombre, brindar una imagen a las tragedias, una imagen real, más allá de la que pudiese ver en los diarios.
Comenzaron los ensayos, escuché los testimonios de las hijas e hijos, nietas y hermanas de los asesinados, me hablaron directo a los ojos sobre cosas como reconocer los cuerpos de hermanos y padres, de abuelos que se conocen solamente en fotos, de familiares corriendo desesperados detrás del auto que se llevaba a su ser querido. Lloré, mi colega lloró, y comencé a preguntarme: ¿por qué yo no sabía? ¿es que acaso mi familia me lo ocultó? ¿o es que mi familia tampoco sabía? ¿y en el colegio…cuando nos explicaron la dictadura cívico-militar, por qué no me dijeron que esto pasó, este y los otros casos similares? ¿quién me quitó la oportunidad de saber? ¿quién manipuló mis olvidos? Y fue en la imposible respuesta cuando supe que mi ignorancia tenía un valor histórico que también debía ser contado.
Me sorprendió mi ignorancia, pero más me sorprendió no saber (y aún no lo sé) a quién culpar por ella. Alguien tiene la responsabilidad, sí, pero quién. ¿Mi familia? ¿Mi colegio? ¿Los gobiernos? ¿O es que este país es olvidadizo? Mi ignorancia tiene un valor histórico porque es el resultado de decisiones tomadas por aquellos que deciden qué mostrar en los diarios, qué libros han de leerse en el colegio y qué tipo de televisión se muestra a las familias.
Dentro de esta cabeza olvidadiza por obligación, mi cuerpo de actriz empezó a desconocerme, me refiero con esto a que mi musculatura no sabía cómo actuar algo que no sabía. No lo tengo en los músculos, Gloria y Mari sí lo tienen. Ellas tienen en sus memorias musculares las tensiones y los gritos de rabia por las injusticias políticas, las miradas bajas y los abandonos de tensión de columna por la tremenda pena de la pérdida de un familiar en circunstancias tan horrorosas. Y si bien, obviamente he tenido mis tragedias, ninguna se compara. Fue entonces cuando llegó el 18 de octubre de 2019, sentí que las memorias musculares de los cuerpos manifestantes de la dictadura cívico-militar comenzaron a habitar los cuerpos y las tensiones de los que, en algunos casos sin ni siquiera saber bien por qué, gritaban en la calle reclamando un país con más memoria, menos olvido. Fue entonces cuando supe que no había nada que actuar, lo que pasó está en los cuerpos de todas y todos hasta que se haga justicia, de la verdadera, no a medias.
Los ensayos se detuvieron por el estallido; Nora no podía viajar, todo estaba paralizado, comencé a contar a mis amigos que los ensayos se habían detenido y ante eso respondían: ¿y qué estás ensayando? Frente a mi respuesta, recibí hartas miradas de pena, asombro, horror, un par de “ah, sí yo cacho ese caso porque soy compañero de una nieta de un asesinado”, otro par de “y cómo es posible que yo no haya tenido idea de esto hasta ahora” y lo más preocupante, un par de estos interrogantes: “¿hasta cuándo van a seguir hablando de la misma cantinela de la dictadura?” Confundida y sin saber qué responder, optaba por pedir otro shop y cambiar de tema. Me sigue dando vueltas en la cabeza esa pregunta y me pregunto cómo podríamos separarnos de las cosas que pasan en nuestro país, si es el territorio donde nos desenvolvemos, cómo apartarnos de él y no hablar de lo que pasa en él. ¿Cómo se separa la creación artística de la experiencia propia? ¿O de la memoria propia? ¿Es realmente posible? ¿Qué puedo crear yo como actriz, si no es a partir de lo que (me) sucede? y al decir que algo me sucede me refiero a todo lo que me rodea, la masacre de Laja y San Rosendo me ocurrió a mí también. Por algo me duele, por algo me da rabia no haberlo sabido antes. Y aunque esto no me haya sucedido directamente debo decir que sí le sucedió a todo el país y no solamente a los familiares de los asesinados o a los mismos asesinados. La historia es obstinada, los recuerdos también, ¿cómo me los saco
de encima? “Comunicándolos”, como bien señala la actriz Ximena Ramírez, integrante del elenco original de Retablo de Yumbel.
La síntesis de la dictadura cívico-militar que nos fue contada (enseñada) fue ideada con inteligencia, ya que logró que yo y varias personas que me rodean desarrolláramos una especie de rechazo al hablar del tema, una concepción de que el pasado ya no está y no vale la pena andar recordando. Hay que avanzar, pero no nos explicaron que había un porqué que brindaba los motivos de ser la sociedad que éramos/somos.
Mi personaje, en la obra, dice: “Soy de la generación aburrida, la que conoció la alfombra limpia, la que caminó por las calles pavimentadas….” Yo agregaría: “soy de la generación de le educación sintética”. El valor histórico de mi ignorancia es justamente eso, hay quienes decidieron que mi educación fuera lo suficientemente sintética como para desarrollar el pensamiento crítico, pero no para defender la memoria, no para entender que el pasado no es ajeno, que la historia de lo que pasó no es una película que no vi y de la que no puedo hablar.
Ficha artística
Compañía: | La Insistencia Teatro |
Dirección y dramaturgismo: | Nora Fuentealba Rivas |
Asesora de dirección: | Paula González |
Asesora de dramaturgismo: | Susana Díaz |
Asesora psicológica: | Evelyn González |
Producción general: | Daniel Erbo Caro |
Elenco: | María Fernanda Videla – Francisca Díaz – Cristóbal Troncoso – Julieta Sáez – GloriaUrra María Isabel Riquelme -Sofía Araneda |
Diseño integral: | María Fernanda Videla |
Composición musical: | Francisca Díaz – Cristóbal Troncoso |
Diseño audiovisual y edición: | Carlos Silva |
Diseño gráfico: | Rebeca Peña. Minibeca |
Técnico iluminación: | Omar Sanhueza |
Trenzar Memorias, No. 1, Marzo, 2021.