Un corredor de protesta. La memoria estudiantil en Hermosillo, México

Por Daniel Ceceña

Uno de los últimos esfuerzos que se han dado en México para tratar de esclarecer el periodo histórico conocido popularmente como la Guerra Sucia (este término ha sido últimamente puesto en duda por historiadores como Aleida García Aguirre, 2015 y Fritz Glockner, 2019), donde encontramos el origen de la violación sistemática de los Derechos Humanos por el Estado, es Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las violaciones graves a los derechos humanos cometidas de 1965 a 1990 (en adelante, la comisión). Establecida en octubre de 2021 tiene entre sus muchas funciones proponer las acciones que garanticen el fomento y preservación de la memoria pública (Pérez-Ricart, 2021), así como abrir una puerta que vincule el relato de la verdad sobre el pasado con las acciones en curso por comprender las violencias de nuestro presente, y que la comisión refleje sus esfuerzos en un informe que sirva de punto de partida para posteriores propuestas, un kilómetro cero del estudio gubernamental de la represión Estatal (Ferri, 2021).

México tiene la oportunidad con la Comisión para re-significar espacios que están anclados a la memoria de distintos colectivos. Es necesario aclarar que estos espacios, los que fueron marcados por los crímenes de estado, no son los únicos que pueden ser catalogados como lugares de memoria, también existen aquellos donde se dieron múltiples experiencias comunales e individuales, se exigieron demandas, se crearon organizaciones o se desarrollaron protestas. Estos, con el paso del tiempo van resignificando sus usos para crear receptáculos de memorias que pueden ser usadas por distintas generaciones, lo podemos ver en Chile con la recién renombrada Plaza Dignidad, antiguamente llamada Plaza Italia, en Argentina con la Plaza de Mayo y en Ciudad de México con la Plaza de la Constitución, mejor conocida como el Zócalo.

Esta investigación va en ese sentido, ser una aportación que se pueda anclar a los trabajos que está realizando actualmente la Comisión, pero desde la periferia del país, ya que ésta es tan plural y diversa como el centro (Chakrabarty 2008). Esta investigación abordará el caso de la Plaza Emiliana de Zubeldía en la ciudad de Hermosillo, espacio icónico para la protesta social, estudiantil, sindical, identitario, político, y de otras índoles. Esto a pesar de no ser la principal plaza de la ciudad, ni la más transcurrida.

¿Por qué un espacio que no está asociado con la autoridad estatal (dado que no se encuentra rodeado por ningún edificio gubernamental, eclesiástico o empresarial) es usado por distintos grupos sociales para hacer escuchar sus demandas ante las autoridades?, ¿por qué un espacio esencialmente entendido y vivido como estudiantil también es constantemente usado por grupos extra universitarios que no tienen intereses dentro de ella? Esta investigación busca resolver estas preguntas. Formulada como parte de mi tesis doctoral en la Universidad de Colonia, Alemania, se construye con más de 25 entrevistas realizadas a personas que participaron en el movimiento estudiantil, pero que no fueron líderes, ya que según Cohen y Frazier (2004) trasladar el foco de atención de los líderes a las bases militantes permite romper ciertas barreras de pensamiento que existían en la época, así como acercarnos más a los cambios generacionales, sociales y culturales que se vivieron entre los integrantes del movimiento.

Lugares de memoria

La discusión sobre cómo los lugares y espacios públicos pueden ser los receptores y depósitos de la memoria la planteó el historiador francés Pierre Nora. Para él, no existe una memoria sino lugares de memoria, éstos son aquellos espacios que evocan la memoria nacional, que pueden ser lugares geográficos, edificios, memoriales, obras de arte, así como figuras históricas, aniversarios, textos filosóficos y científicos o acciones simbólicas. Por lo tanto, los lugares de memoria funcionan como una forma de sentido artificial que evoca un sentimiento en un momento donde ya no existe una memoria colectiva natural (Erll, 2011).

Corredor de protesta desde las escalinatas del EMyB.

En Latinoamérica el debate se modificó hacia los procesos de construcción de monumentos, marcas o museos que representan lugares donde se cometieron afrentas graves a los derechos humanos. Son estos espacios los que ahora se entienden como lugares de memoria: es el cruce donde existen una serie de elementos en movimiento que le van otorgando sentidos a los espacios e identidades a los actores sociales que los transitan (Mombello, 2003). Los lugares de memoria se mantienen encendidos con base en la actividad que le imponen los actores sociales, ya que el espacio se anima al transitarlo, sea al efectuar marchas, recorridos y procesiones, a través de una acción de protesta gremial, de una conmemoración del pasado reciente, de los organismos civiles o de una procesión de la iglesia local. La denuncia y la marcha, la exigencia de justicia y la presencia en las calles, conforman el cuerpo de la memoria local, constituido a partir de una constante y persistente peregrinación colectiva que insiste en un caminar de la historia, más que fijar sentidos unívocos, o con pretensiones de univocidad, en espacios acotados (Mombello, 2003). Los acontecimientos afirman y al mismo tiempo recrean la conexión de los movimientos del pasado, los actos conmemorativos en determinada fecha deben ser interpretados como una estrategia política que sirve para inscribir a cada generación de jóvenes en una permanente y reconocida memoria y en una identidad política de resistencia (Jelin & Sempol, 2006). En este sentido, cada acción que se realice cobra un significado especial que conecta directamente a ambas generaciones.

Es así que eventos como la marcha en conmemoración a la masacre de Tlatelolco[1] o el halconazo del diez de Junio[2] en México, introdujeron a las sucesivas generaciones de estudiantes distintas formas de rememorar la resistencia estudiantil, con un relato y formas de expresión que se fueron modificando con el contexto histórico y político. Esto nos permite ver la dinámica de las diversas generaciones de estudiantes, en tanto cada grupo sucesivo forja su propio sentido del pasado, construido sobre capas de recuerdo, revelaciones e interpretaciones (Jelin & Sempol, 2006). Es necesario el estudio a profundidad de los lugares para comprender el lugar que ocupan actualmente en la sociedad.

Marco Geográfico   

Hermosillo es la capital de Sonora, uno de los treinta y dos estados federales que conforman a la República Mexicana. Se ubica en la región noroeste del país, al norte colinda con los Estados Unidos (el estado de Arizona), al este con Chihuahua, al sur con Sinaloa y al oeste con el mar de Cortés y Baja California. Es un estado muy poco poblado[3], ya que la mayoría de su territorio se compone de desiertos y una sierra inhóspita. Como el resto del país, Sonora se vio inserto en un ciclo de protestas estudiantiles durante los años 60 a 90 (Ceceña, 2022), que derivarían en distintos movimientos políticos, sociales y guerrilleros. Si bien la violencia estatal abarcó todo Sonora, esta investigación se centra solamente en la ciudad de Hermosillo por tres cuestiones. La primera es por su calidad de capital estatal y tener el mayor número de habitantes; la segunda tiene que ver con que es ahí donde reside la Universidad de Sonora, primera institución de educación superior de la entidad y que fue en ella donde hubo mayor movilización estudiantil (fueron los universitarios los que tomaron el rol protagónico del ciclo de protesta en Sonora); por último, la tercera tiene que ver con que es ahí donde inicia el primer movimiento sonorense del México posrevolucionario, el movimiento cívico popular de 1967.

Mapa general del área estudiada

Los espacios que fueron tomados por los estudiantes son la plaza Emiliana de Zubeldía, el edificio de Rectoría de la Universidad de Sonora y el edificio de Museo y Biblioteca, que se ubican entre los cruceros de la Calle Rosales y Luis Encinas Johnson. Estos fueron creados entre 1942 y 1945 como espacios universitarios. Estos tres espacios se proponen en esta investigación como un corredor de protesta.

Un lugar de memoria

           1967

Es importante destacar que, aunque hubo varias organizaciones dentro del movimiento, la ocupación de dicho espacio sólo se dio por grupos afines al antiimposicionismo, es este sector que a lo largo del ciclo va definiendo su forma de hacer política y entender a la sociedad, que se apropia del espacio en cuestión, y que con el paso del tiempo tomará ciertas características. La generación que crea una simbolización del lugar se da en estos primeros momentos de los movimientos estudiantiles. Para A. Moreno (comunicación personal, 14 de noviembre, 2017), el lugar como un proceso de conformación simbólica y de reapropiación inicia durante el movimiento del 67:

… durante mucho tiempo, es mi parecer, la Plaza Zaragoza era una plaza como olvidada, no había gente, y curiosamente, comenzó desde el 67, del movimiento estudiantil y popular del 67, comenzó a haber protestas en la plaza Emiliana de Zubeldía, con rumbo al palacio, incluso en algunos casos ahí en el palacio se hacían eventos. Pero siempre se volvía a la Plaza Emiliana de Zubeldía.

Este momento, de la misma forma que el 68 en Ciudad de México, permite concebir un antes y un después para protestar en los usos de los espacios públicos de la ciudad. Tal como con la Plaza de la Constitución, “múltiples son las representaciones y las percepciones que le han otorgado al Zócalo los grupos que se manifiestan allí. Desde la representación del espacio sagrado hasta el conquistado en 1968” (Umaña, 2014, p. 82). Es de esta forma que se van creando los espacios emblemáticos.

1970-1974

Está claro que debido a la diversidad de perfiles que componían la masa estudiantil —ya que estos estaban situados en estratos socio-económicos distintos, no todos tenían la misma edad, el género no era homogéneo y el bagaje cultural variaba, podemos hablar de una generación estudiantil, sino de juventudes. No todos los actores sociales comparten las mismas memorias, porque el uso político que se les da a éstas está relacionado no sólo con los acontecimientos ocurridos allí, sino también con el presente y el futuro deseado por los diferentes sectores sociales (Allier, 2008).  Las calles y los espacios se vuelven protagonistas de la misma manera que lo hacen aquellos que los ocupan, recordarlos permite a los individuos revivir los momentos culminantes de un movimiento político y social que los marcó de forma perdurable:

Recuerdo con toda claridad la oscura noche cuando millares de estudiantes marchamos con gran enjundia desde la plaza Emiliana de Zubeldia hacia el sur por la Calle Rosales para llegar a la plaza Zaragoza, rodear de miles de estudiantes completamente el palacio de gobierno y la sede de la Procuraduría de justicia del Estado, y exigir al gobernador Faustino Félix la entrega inmediata, sin condiciones de los cuerpos sin vida de varios compañeros estudiantes que fueron acribillados durante una fugaz acción guerrillera […]. P. Estévez (comunicación personal, 22 de mayo, 2019).

Estos recuerdos van resignificando poco a poco lo que fue y es el espacio de protesta para ellos. Dado que es un lugar donde confluyen distintas narrativas, estos espacios generan una diversidad de memorias que pueden estar asociadas, tanto a momentos de represión, pero también a construcciones de identidad, de ideología, de espereza, todo en un mismo individuo:

Yo me acuerdo que en la plaza Zubeldía; no, para mí, no nada más era el centro de reunión para protestar, ¿no? Cuando yo tenía que ver algún compañero, cuando tenía que ver alguna muchacha, me citaba ahí en la plaza [de] Zubeldía, o nos reuníamos en la plaza a platicar, o sea, era un centro de reunión para muchas cosas. Para mí está muy ligado a mi vida estudiantil y magisterial. [Pero también la asocio a] todas las aspiraciones de participación política que alguna vez tuve, todos mis sueños de joven, pues tú sabes, no quiero ser muy cursi, pero cuando está uno joven quiere participar en cambiar el mundo, en hacer las cosas diferentes y cree uno que puede lograrlo, ¿no? O que tu contribución puede ser significativa; para mí la plaza representa eso, todos esos sueños de juventud. A. Brau (comunicación personal, 08 de noviembre, 2017).

Es este conjunto de memorias re-significan la plaza en el presente, lo que hace que se sigan viviendo con la intensidad al momento de transitar los lugares. Remembrarlo produce una serie de sentimientos encontrados para los partícipes del movimiento:

Yo recuerdo [a] los compañeros de esas luchas y pues la nostalgia me gana. Por un lado, la tristeza, claro, pero por otro lado también hay un sentimiento de satisfacción de alguna manera por la enseñanza recibida; de ellos, yo personalmente me asumo como un aprendiz de esa gente que luchó allí […]. Estos espacios son simbólicos, claro que cuando paso por ahí siempre hay sentimientos encontrados. F. Gómez (comunicación personal, 22 de noviembre, 2017).

Este recuerdo de las vivencias produce una vinculación de los espacios de protesta con ciertos valores, específicamente aquellos asociados con ideas de derechos humanos y de izquierdas. Esto se aprecia como una constante entre los individuos que estuvieron involucrados en los movimientos estudiantiles. Para A. Moreno (comunicación persona, 14 de noviembre de 2017) la plaza y sus alrededores son como centros neurálgicos de los espacios de protesta que se empezaron a construir como un símbolo, un referente a las clases populares, como un lugar de democracia y lucha contra el poder y su carácter autoritario. Este es un periodo fundamental para la apropiación de símbolos entre nuevas generaciones estudiantiles, para la creación de la memoria de los lugares que se están conquistando por una comunidad que se encontraba en pugna contra las clases acomodadas, que quería cambiar la narrativa social en la cual se vivía, y que confiaba completamente en que su lucha era la justa. Ideales que encendieron una antorcha que, aunque parecía extinta en 1974, volvería a encenderse en dos años y sería pasada a la siguiente generación, y después a la siguiente.

  1976-1984

Para esta generación de activistas, las formas de construcción de los nudos de memoria se consolidaron en el mismo sentido a lo largo del ciclo. Primero las vivencias, que poco a poco fueron creando diversas y amplias cotidianidades, después los recuerdos más emblemáticos se establecieron por medio de los símbolos en los lugares, y con el paso del tiempo se unieron con el bagaje cultural que éstos formaron en las comunidades imaginadas, así como con la interacción de todos estos nudos con el presente. Es así como cada actor colectivo crea su propia memoria conectada al lugar y cómo ésta varía en sus simbolismos y significados. En este caso, las historias personales son indudablemente el vehículo por medio del cual se construyen estos simbolismos, a partir de la participación dentro del movimiento, asimismo de su vida posterior a éste. Por ejemplo, para José Luis Soto (comunicación personal, 11 de febrero 2020), activista que se integró posteriormente a la universidad como docente y ha seguido participando activamente en movimientos sociales y políticos, los lugares tomados por los estudiantes fueron de manera casi mecánica parte del movimiento y siguen siendo para los que se van integrando:

Casi todos los movimientos estudiantiles que han tomado fuerza han recurrido a tomar la rectoría, y pues la plaza está como que muy ligada a las tomas; y, bueno, también el museo, digamos, forma parte como de este conjunto, pues te permite de manera natural […], organizar actos ahí, cerrar la calle, etcétera, que eso siempre impacta, sobre todo si cierras el crucero, se hace un desmadre. Entonces, es como un recinto natural de las protestas, siempre lo ha sido.

Por su parte, para F. Duarte (comunicación personal, 28 de abril, 2020), activista y fundadora del primer grupo feminista socialista (que se separó de los partidos tradicionales de izquierda), y quien no se integró a la universidad tras la salida de Castellanos, coincide al afirmar que el lugar se carga simbólicamente por los eventos que ahí acontecieron. Agrega que para ella los espacios transitados durante esa época representan sobre todo la posibilidad de bajar a la práctica su ideología:

… era como un continuo, escalinatas del museo biblioteca, la plaza y los corredores del edificio principal, donde se llevaban a cabo la vida política interactiva de nosotros como estudiantes que estábamos queriendo transformar no sólo la universidad, sino la sociedad en general. [Pues] eran nuestros espacios, los reconocíamos, los habitábamos y los reclamábamos como los lugares donde estábamos, donde nosotros le imprimíamos ese significado a esos espacios.

Justamente es por eso que se crean estos sentidos de pertenencia que rompen las barreras temporales de los movimientos sociales. Es importante destacar que también estas comunidades imaginadas se conectan por medio de los espacios conquistados, y que ocasiones pueden llegar a ser excluyentes con otros colectivos que no participaron simbólica o activamente en los procesos de ocupación que otorgaron sentido a estas áreas. De esta manera, para L. Aispuro (comunicación personal, 13 de febrero, 2020), activista que dejó el movimiento paulatinamente después de 1983, estos espacios continuos están intrínsecamente ligados a la izquierda y a las causas que abandera, lo que excluye de su utilización a aquellos grupos que vayan en contra de estos valores:

Sí creo, porque se va a lograr algo con la protesta ahí, como nosotros en nuestro tiempo algo logramos, si no mucho pues algo siento que también, o por lo menos que la ciudadanía voltee a verlos, se les apoya. Siento simpatía por ellos, aunque sean movimientos que no tengan que ver con estudiantes, así como fue el movimiento de la guardería.

Paradójicamente, para F. Duarte (comunicación personal, 28 de abril, 2020) es precisamente esta lucha social que se ha encarnado ahí, lo que debería permitir que todos los grupos, independientemente de su ideología política, se expresen sin temor a ser agredidos. Es la lucha del movimiento estudiantil por la libertad la que debería ser suficiente justificación para que todas las fuerzas se agruparan ahí:

Yo creo que sí, atendiendo a la historia de ambos espacios, tanto el del Zaragoza como el de museo y biblioteca. Yo pienso que definitivamente si queremos un país de no discriminación, incluso los movimientos con los que no estoy o no estamos de acuerdo, están en su derecho de utilizar ese espacio, ¿sí me entiendes? Porque yo pienso que los espacios universitarios apelan a este sentido de socializar esos espacios [sic], o sea, estos no son de los universitarios [y] universitarias solamente, son el espacio donde caben, yo creo, todas las expresiones de los y las sonorense. Aunque no nos gusten, son espacios de la libre expresión de las ideas.

El volver a caminar estos lugares, que durante su juventud fueron parte íntegra de una comunidad, que con el paso del tiempo los construyó como personas políticas, evoca en los actores sociales un sentido de pertenencia que crea una conexión entre el pasado y el presente:

Yo tenía 20 años, fíjate hace más de cuatro décadas. Cuando a mí me toca por alguna razón invariablemente tengo que sentarme a reflexionar, o sea yo me siento en los jardines, el que está atrás del edificio principal o me siento en una banca en lo que fue mi escuela, o me siento en la plaza Emiliana, o me siento en el museo y biblioteca […], para mí no es solamente el lugar, es el lugar donde se quedaron toda una historia de lucha, de acontecimiento, trasformaciones, simbolismos muy, muy importantes; y hay una lectura de esos lugares que te permite contantemente revalorarla, ¿no?; No para que se quede contigo, sino para compartirla con las demás personas, son las nuevas generaciones, con los jóvenes y las jóvenes de hoy, platicándoles que son lugares históricos, son lugares donde transformamos, son lugares que albergaron nuestras utopías ¿no? Y que la siguen albergando todavía.  F. Duarte (comunicación personal, 28 de abril, 2020).

Los espacios se han vuelto referentes, detonantes que activan el recuerdo de los individuos que lo vivieron y que a su vez lo trasmiten a los siguientes ocupantes, ya sea en forma de enseñanza o de memorias vivas que moldean y crean las fricciones que se dan entre las visiones políticas y culturales de las clases hegemónicas, quienes creen tener el monopolio de las narrativas, mientras los ocupantes están en posición de disputarla. En estos lugares se conservan las memorias colectivas que son imprescindibles para una comunidad que quiere entablar cambios sociales.

Estos lugares afectaron la vida de cientos de estudiantes que se jugaron su futuro por una forma de ver la vida, dejaron marcado en sus memorias, pero no solamente por medio de la violencia o los recuerdos traumáticos, sino más bien por los sentidos de solidaridad y consciencia social que ahí moldearon sus perspectivas de ver el mundo. Estos espacios fueron para los actores y agentes sociales del movimiento estudiantil mucho más que simples pasillos, plazas, escalinatas y arcos que formaban la institución donde estudiaban, si no, como lo plantea L. Yeomans (comunicación personal, 19 de febrero, 2022): ese era un corredor de todo para nosotros, investigación, la escuela, la grilla. Era su hogar, y sigue siendo para muchos, aunque ya no caminen los mismos pasos que hace más de cuarenta años.

Conclusiones

Estos espacios se dotaron de simbolismos al conquistarlos durante la movilización estudiantil del ciclo de protesta durante los quince años de duración. Pasaron a formar parte de un colectivo mayor del que inicialmente lo ocupó, sin tener una fecha o un evento especial que marcara el lugar, y se fue formando por medio del uso continuo, en un proceso que pasó desapercibido para muchos de lo que lo atendieron:

No nos dimos cuenta, de pronto era de nosotros; pasa algún agravio y ahí estamos, pasa esto y a la Zubeldía, entonces ¡ah caray!, este es nuestro espacio; o sea, no me doy cuenta si no me lo dicen, se da como de una manera natural, llegamos a protestar y a la Zubeldía, porque incluso con lo de Ayotzinapa se hace ahí inicialmente. R. Vidal (comunicación personal, 07 de enero, 2018).

Este proceso de formación simbólica se construye con base en las banderas e ideologías de ciertos grupos, que por lo mismo parece repeler a colectivos con ideologías distintas, por lo que la plaza y sus alrededores funcionan como un ágora para un parte de la comunidad sonorense que no está representada políticamente. Para el Historiador Aarón Grageda esta lógica parece quedar clara las dinámicas usadas en la ocupación de este corredor de protesta:

Sí, efectivamente [la derecha] se reúnen atrás del museo […]. Entonces por eso a lo mejor y, rectificaría la tesis mía, en el sentido de que el espacio simbólico, las escalinatas del museo son un espacio para una manifestación liberal, discursiva donde cabe el movimiento ABC, donde caben las protestas contra el gasolinazo, el movimiento estudiantil anti-imposicioncita, donde caben las reivindicaciones sociales, mas no movimiento que son en esta lógica menos conquistas sociales A. Grageda (comunicación personal, 08 de septiembre, 2018).

Se puede observar que dentro de estas dinámicas de uso y ocupación del espacio existen sentidos auto-excluyentes para ciertos grupos políticamente identificados. Estas identidades colectivas se ataron a estos lugares a través del movimiento estudiantil que los convirtieron de espacios de convivencia, aprendizaje y organización. Ahí se desarrollaron acontecimientos que marcaron a generaciones de estudiantes, y que se quedaron inscritas para los nuevos colectivos que ocuparon este corredor de protesta. Es, pues, un espacio donde se materializa la memoria y se vierte en los nuevos movimientos que los ocupan. El movimiento estudiantil en Sonora sirve como anclaje con aquellos movimientos sociales que se les dificulta ser reivindicados entre la comunidad.

La plaza y sus alrededores son un marcador espacial de aquella transformación que empezó en el ciclo de protesta, una que buscó ocupar las calles para luego tomar las instituciones y que se revive cada vez que se vuelve a ese espacio durante las protestas sociales. Este lugar, donde las narrativas de los que lo vivieron se juntan y entrelazan con el presente de los que la ocupan por primera vez, aparte de crear sentidos de pertenencia, establece la conexión entre sí. De la misma forma otros movimientos, como ya se mencionó, han hecho este espacio uno propio, que están dispuestos a compartir con otros, en algunos casos hasta con grupos contrarios a sus visiones, ya que para ellos estos lugares representan justamente eso, la libertad de exigir justicia por medio de la democracia.

Referencias bibliográficas

  • Allier, E. (2008). Los Lieux de mémoire: una propuesta historiográfica para el análisis de la memoria. Historia y Grafía, UIA, 31(1), 165- 192.
  • Allier, E. (2008). Lugar de memoria: ¿un concepto para el análisis de las luchas memoriales? Cuadernos Del Claeh, 31(96-97), 87-109.
  • Ceceña, D. (2022) Las calles siguen siendo nuestras. Ciclos de protesta y lugares simbólicos del movimiento estudiantil sonorense 1967 – 1984). Naucalpan de Juárez, Edo. de México: Innovación Editorial Lagares de México. S.A de C.V.
  • Chakrabarty, D. (2008). Provincializing Europe: postcolonial thought and historical difference. Princeton: Princeton Univ. Press.
  • Cohen, D. y Frazier, L. (2004). México 68: hacia una definición del espacio del movimiento. La masculinidad heroica en la cárcel y las mujeres en las calles. Estudios Sociológicos, 22(66), 591 – 623.
  • Erll, A. (2011). Kollektives Gedächtnis und Erinnerungskulturen. Eine Einführung. Deutschland: J. B. Metzler´sche Verlagsbuchhandlung und Carl Ernst Poeschel Verlag GmbH.
  • Ferri, P. (2021, 30 noviembre). La última oportunidad para la verdad en México. El Paí­s México. Recuperado 16 de enero de 2022, de https://elpais.com/mexico/2021-11-30/la-ultima-oportunidad-para-la-verdad-en-mexico.html
  • Jelin, E. y Sempol, D. (2006). Memorias de la represión: El pasado en el futuro. Los movimientos juveniles. España: Siglo XXI de España Editores, S.A.
  • Mombello, L. (2003). Neuquén, la memoria peregrina. En E. Jelin y V. Langland. (Eds). Memorias de la represión: Monumentos, memoriales y marcas territoriales (pp. 149 – 164). Siglo XXI de España Editores, S.A.
  • Pérez-Ricart, C. (2021, 8 noviembre). ¿Una Comisión para la revisión del pasado? ¿Por qué y para qué? Nexos. Recuperado 15 de enero de 2022, de https://seguridad.nexos.com.mx/una-comision-para-la-revision-del-pasado-por-que-y-para-que/
  • Umaña, L. (2014). Las representaciones sociales sobre el Zócalo de la Ciudad de México como espacio para la protesta. Estudio etnográfico en el contexto electoral de 2009. Revista Mexicana de Opinión Pública. 73-95.

[1] Se le conoce como Masacre de Tlatelolco a la acción represiva del gobierno de México (por medio del ejército) que tuvo lugar el dos de octubre de 1968 en la Plaza de las tres culturas en Ciudad de México, con el objetivo de controlar al movimiento social más importante del México posrevolucionario.   

[2] También conocida como Matanza del Jueves de Corpus, son las acciones represivas por parte del estado mexicano en Ciudad de México el 10 de junio de 1971, que se dieron tras el resurgimiento del movimiento estudiantil y que buscaron cerrar definitivamente ese capítulo.

[3] Sonora se encuentra en el puesto 29 de 32 con respecto a la densidad poblacional, al contar con un total de 16 hab/km², Sinaloa, estado vecino cuenta con 16 hab/km², mientras que Ciudad de México (puesto 1), cuenta con 6,163 hab/km².

Trenzar Memorias, No. 3, Noviembre, 2022

Daniel Ceceña
Daniel Ceceña
Doctor en Historia Latinoamericana por la Universität zu Köln (Universidad de Colonia) y Maestro en Ciencias Sociales por la Universidad de Sonora. Actualmente es maestro de asignatura en el Departamento de Sociología y Administración Pública de la Universidad de Sonora y Profesor de Tiempo Completo en la Escuela Normal Superior de Hermosillo.